Semana de Homenaje a Enrique Amorim.

Compartimos publicación de prensa de la Asociación Amigos de Las Nubes con la colaboración del Prof. Jorge Pignataro.

La Asociación Amigos de “Las Nubes” desea homenajear al escritor Enrique Amorim en las fechas de su nacimiento y su fallecimiento en el mes de Julio . Hasta el año 2019  este homenaje  se realizaba  en el  Chalet Las Nubes  durante una semana incluyendo un importante número  de actividades culturales , pero  debido a la situación sanitaria actual,  este año se  recordará   al escritor en  sus múltiples facetas a través de los medios de comunicación , de las redes sociales y de la página web, con la  invalorable colaboración del profesor Jorge Pignataro.  Nuestro agradecimiento desde ya al Profesor Pignataro y a los medios de prensa por la difusión de este homenaje.

I

Ubicarse ante la pantalla en blanco para escribir sobre Enrique Amorim, tiene todo el peso de un desafío, o varios. El más fuerte es el de definir sobre cuál Amorim escribir. Polifacética es una palabra utilizada reiteradas veces para definir su vida. Y es acertada. Se puede hablar, por ejemplo, del Amorim promotor de la mayor movida cultural que conoció Salto. En ese sentido, basta con recordar que presidió la Asociación Horacio Quiroga, que impulsó la creación del primer monumento en el mundo a García Lorca, o que hizo de su Chalet Las Nubes un cenáculo por el que desfilaron figuras de la talla de Borges (primo de su esposa Esther), Guillermo de Torre, Norah Borges, Nicolás Guillén, o los pintores Cándido Portinari y Juan Carlos Castagnino, el poeta español Rafael Alberti, y tantos más. Se puede también hablar del Amorim aficionado a la fotografía y el cine, ámbitos en los que fue un adelantado y dejó valiosos materiales. El Amorim como viajero incansable, o el militante político, son también facetas en la que bien podría alguien extenderse. Pero hay que decir que entre tanto, no cesaba su impulso de escribir y publicar. Publicó más de cuarenta títulos y ningún género le fue ajeno: cuento, novela, poesía, teatro, guion para cine, ensayo. Ante todo, fue poeta y narrador. “Su poesía es de carne pegada al hueso”, ha dicho Garet; y “Su narrativa creó un mundo tan universalmente válido que ya no importa reivindicar para ella paternidades comarcanas”, sostuvo Mercedes Ramírez. En jerarquía –no en orden cronológico de publicaciones-, Amorim fue, a nuestro entender, primero narrador –es la mejor y más amplia zona de su frondosa obra- y después poeta. Y como narrador, fue ante todo, novelista, después cuentista.

II

Amorim vivió sesenta años (Salto, 25 de julio de 1900 – 28 de julio de 1960). Empezó a publicar desde los veinte, por lo que es fácil deducir que, a escribir empezó mucho antes. Es decir, dedicó su vida entera a la escritura. Fue un escritor compulsivo y pasional. Ningún área de la creación con la palabra le fue ajena. Como no lo fue tampoco el entorno social. Y en esto último está, precisamente, un rasgo fundamental de su creación. Contemplar el comportamiento humano y su vínculo con el entorno para, al mismo tiempo, ir plasmándolo en letras, fue el compromiso que siempre sintió. Mientras otros escritores, emparentados a él por la época y de alguna manera por el estilo, iban agudizando la mirada hacia el interior del hombre, como Juan José Morosoli o Francisco Espínola (Benedetti llamó “cronista de almas” a Morosoli), Amorim supo mantener el equilibrio entre la mirada hacia adentro y a su vez –muy especialmente- hacia el exterior inmediato del ser. Pasional y compulsivamente, sintió el deseo o la necesidad, pero también, y quizás sobre todas las cosas, el deber y la responsabilidad de desnudar e interpretar “el diálogo entre el hombre y la llanura”, como lo dice en el tan citado cierre de su novela “El paisano Aguilar”.

III

Nacido en pleno centro de la ciudad, Enrique fue el primogénito entre siete varones, hijos del matrimonio de Enrique G. Amorim y Candelaria Areta. De niño fueron frecuentes las estadías en el campo; serán escenario de sus primeros pasos las estancias “El eucalipto”, “El paraíso” y “La chiquita”, las dos primeras de su abuelo y la otra de su padre, por donde cruzaba el Tangarupá. No es casual, entonces, que similares características tuviera años después el escenario que pisaron sus personajes: “…novelas autobiográficas no en el sentido literal de que cuenten hechos ocurridos realmente al autor –escribió Emir Rodríguez Monegal-; son autobiográficas en el sentido más profundo de que a través de sus ficciones y de sus relatos, Amorim da y crea (como en clave) su experiencia personal del mundo: la visión de cosas y seres, de la naturaleza, del hombre, del destino”.

A los dieciséis años se radica en Buenos Aires, donde estudia y, por supuesto, escribe. Será desde entonces que empieza a alternar su residencia entre Salto y Buenos Aires, al tiempo que comienzan, y se van haciendo cada vez más frecuentes, sus viajes a Europa. Pero no deja de publicar libros y de construir una imagen personal que aún hoy, a 61 años de su muerte, sigue estando con fuerte presencia en Salto. Su Chalet Las Nubes, que compartió con Esther, sigue siendo una referencia, un símbolo, una señal imborrable de esa vida que pasó, y de ese legado que no se borra.

IV

Antes de Amorim, con características y nivel novelístico comparables, es difícil que pueda nombrarse más de tres o cuatro uruguayos, entre los que están, seguro, Eduardo Acevedo Díaz y Carlos Reyles. Fue el salteño un maestro en la creación de tipos humanos variados y mostrar el resultado de la interacción de ellos con la realidad (geográfica, social, política) que los circundaba. Allí exploró, y comprendió que la novela era el terreno capaz de reflejar esa realidad, junto al sentido estético que también guiaba sus pasos, como auténtico artista. En las novelas de Amorim vive el paisano, ese ser “que se debate entre los latifundios, entre los campos de alambrados tensos y de porteras cerradas con candado y los caminos que no conducen a ninguna meta cierta para quien carece de tierras”, comentó alguna vez Serafín J. García.

Se trata de una obra arraigada a la tierra, pero cuyo centro es el hombre y sus problemas, son esos personajes humildes y desamparados por los que el novelista parece, en cada línea de su escritura, sentir honda compasión. Entre esos personajes, imposible no recordar a sus famosas “Quitanderas”, prostitutas errantes que recorren los campos llevando en carretas su miseria, su dolor y toda una vida que, tal vez, no sea otra cosa que el producto de un enfrentamiento entre la estancia y la colonia. No faltan en su narrativa personajes de ciudad, pero es en el ámbito rural donde parece transitar con mayor comodidad al momento de elegir temas y tipos humanos.

V

En narrativa, “La carreta”, “El paisano Aguilar”, “El caballo y su sombra”, “Corral abierto”, “Los montaraces”, “La desembocadura”, “Horizontes y bocacalles”, “Tangarupá”, son algunos títulos que destacan entre tantos más. En poesía, “Veinte años”, “Cinco poemas uruguayos”, “Quiero”, “Sonetos de amor en octubre” o “Sonetos de amor en verano”, parecen una buena muestra de su lirismo. Por otra parte están además sus guiones, artículos, ensayos, piezas para teatro. Así que esta breve reseña no podría cerrarse sino con una invitación a la lectura, porque al fin de cuentas, será siempre el más justo homenaje.

JORGE PIGNATARO



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Semana de Homenajes a Enrique Amorim 2021.